miércoles, 24 de septiembre de 2008

Bienaventuranzas


Camino por la calle donde vivo hace semanas y encuentro esta flor. Siempre había soñado con sus formas frágiles. Esos pedacitos que se vuelan al viento de solo mirarlas. Vengo de acompañar a José Luis por la calle Florida, luego de no encontrar la manera de transferir su dinero desde México y así seguir su tramo del viaje por el sur. Al final, no sé si lo logra. Se va a su hotel. Y regreso a casa. Vengo hambrienta, sintiéndome mal por haber llegado tarde al desayuno en el Tortoni, con 3 pesos argentinos en mi bolsillo y muchas ganas de hacer, de trabajar, de vivir. Esta flor, me devuelve un respiro. Es hermosa. Apenas la agarro de la vereda, se le vuelan algunas de sus partes por la calle. Quiero pedir un deseo antes de que se disuelva. La miro al sol. Le tomo fotos. Disfruto de su belleza. Es sutil. Su encuentro, me recuerda algo.



La guagua 9 va de camino a la Avenida de Mayo. Es temprano. Tal vez. No sé. Diría, es de día y aún no he tomado café. Voy con prisa, pero no puedo hacer nada. Vengo repitiendo el mantra y tranquilizándome con tanta salida y entrada de casa para hacer gestiones, encontrarme con gente, quedar. El tiempo no me da. Odio los relojes y la manera en que te marcan las horas. Estoy sentada en el último asiento de la guagua y miro alfrente, tratando de predecir cuántas cuadras faltan para llegar. Estoy metida en una nave lenta. Y el próximo tripulante se ha parado para bajar. Va de rojo. Espera atontado. Estira las piernas, sus pantorrillas musculosas. Está a punto de lanzarse. Un tripulante a su derecha se le ha caído el pelo. ¿De tanto esperar? El de atrás le han nacido raíces en la cabeza. Yo sigo muda. Escuchando un gran tic tac tic tac tic tac en el centro del pecho. La nave arranca hacia la próxima cuadra. Aprieto el botón de mi destino. Me lanzo a la calle, con la guagua todavía en movimiento. Que agite. Que mar de brea, carros y gente. Cómo me persigue el tic tac tic tac tic tac. Otra vez tarde.



Es un momento conciso, fugaz, sin marcha atrás. Casi como un pestañeo. Rápido. Salgo de casa y comienzo a saborear cada instante.Tengo los bolsillos vacíos y cargo cuatro bolsas de ropa sucia al laundry del barrio, que no sé muy bien dónde queda. Decido agradecer mis bendiciones. Es la tarde más bella. Es primavera. El frío ya no me asusta. Pregunto cómo llegar a vecinos, a un mecánico, a una señora ensimismada que camina muy seria. Algunos me ayudan, otros ni idea. Voy feliz. Disfruto del viento de la tarde, de la poca ropa que tengo, mi nuevo barrio con las aceras llenas de caca de perro, las calles adoquinadas, las verduras a dos cuadras, el olor jazmín al cruzar por la esquina. Encuentro el laundry en la calle Castro, dejo la ropa y cuando viro, un niño me cruza de frente corriendo. Lleva una bolsa blanca repleta de panes. Tengo hambre. No hay leche en casa. Aún no cobro. La imagen, me recuerda la Pascua Juvenil en la Gruta de Lourdes cuando hacíamos ayuno durante la Cuaresma. Luego de estudiar la Biblia y hacer dinámicas en la mañana, nos ofrecían pan calientito y un vaso de agua. Recuerdo el sabor de ese pan. Dulce. Sabroso. El mejor pan. Me suenan las tripas y el sol cae. Veo un rosado que lucha con un naranja impresionante a lo lejos. Las ramas negras de los árboles enmarcan los colores en el cielo. Es una foto. Miro con calma. Me doy cuenta cuando voy a cruzar la avenida. Siento un sabor rico en la boca. Siento cosquillas chiquitas en el cuerpo. Recuerdo la película "City of Angels", el instante en que la protagonista vive un momento de éxtasis mientras corre bici por las montañas y estira los brazos al viento, luego de conocer un gran amor. Ahí mismo un camión la atropella. Guao, estoy feliz. Me siento conforme con mi vida. Puedo morir. Pero todavía no. Me falta tanto por hacer. Estoy caminando por el medio de la calle y un camión precisamente está por cruzar. Me meto a la acera. Me río nerviosa. Los colores en el cielo parecen una pintura. Llego a casa y abro la puerta con la intención de regresar. Quiero congelar el momento. Cuando salgo con la cámara, apenas quedan colores en el cielo. En segundos se borra. Que breve esta ventana a la felicidad.

24 de septiembre de 2008
Buenos Aires, Argentina

Tribus Urbanas

De Página 12

Soy y me hago

Según la Real Academia Española, las tribus urbanas son “grupo grande de personas con alguna característica común, especialmente las pandillas juveniles violentas”. Bastante alejado de la realidad, por cierto. Por ello, el NO les saca la ficha a las nuevas costumbres juveniles que aglomeran las ciudades y el ciberespacio. Y un apartado sobre el estado de las tribus ya “clásicas”, retratadas por este suplemento hace ocho años. Para la RAE que lo mira por la web.

Por Roque Casciero, Javier Aguirre y Luis Paz

FLOGGER

Sienta un precedente que lleva al límite el concepto tradicional de “tribu joven urbana”, ya que no se identifica con un género musical determinado sino con un soporte tecnológico determinado: el fotolog, y por extensión, con otros formatos de personalización de espacios gratuitos en Internet. Representa “el sueño de la comunidad virtual propia”, o sea, el logro de que las preferencias de perfil del dueño del flog sean lo suficientemente atractivas como para atraer usuarios con los más osados nicknames. Para la mirada mediática representa, junto a los emo, una suerte de superclásico de las tribus del nuevo milenio.

GPS Abasto Shopping, flor mecánica de Avenida del Libertador, Ku matinée, Pinar de Rocha matinée (antes del asesinato de la stripper).

Look Andrógino, chupines de los colores del arco iris, remeras de profundísimos escotes en v, zapatillas deportivas o All Stars, planchita.

Ritos Pasito flogger con celular al oído. Y, claro, fotografiarse.

Status En función a la propiedad de un fotolog gold, la cantidad de reverses y de firmas.

Frases “Foto, foto, foto”, “Pasate”, “Firmá cinco veces y agregame a F/F’s y te devuelvo la firma”.

Gurúes Cumbio, Gazabril.

Playlist Relax, Take it Easy (Mika), Pijamas (Babasónicos).

Keywords Ahrre, foti, blackies, gold, reverse, Abasto.

Mito urbano Cuando dos floggers deciden conocerse personalmente, se supone que “salieron del closet”, o bien que “salieron del servidor de Internet”.

EMO

Aunque su ascenso mediático va de la mano del de los floggers, para el imaginario general constituye la punta de lanza de las nuevas tribus. En parte, debido a su asociación directa con un estado de ánimo claro; el “bajón nostálgico-melancólico-resignado-maquillado”, según la definición técnica diagnosticada por el Gabinete de Psicólogos Sociales Recién Recibidos del NO. Pero, fundamentalmente, por su look cuidado e ideal para la fisonomía de la Galería Bond Street y alrededores. Ya cuenta entre sus filas con una celebridad: el paródico personaje Emo Morales, acuñado en Peter Capusotto y sus videos.

GPS Cementerio de la Recoleta, Shopping Caballito, Abasto Shopping, Palacio Pizzurno. Los emos no bailan, señora, no tienen nada que celebrar.

Look Asexuado, mezcla de neogótico y hardcore melódico, alisado permanente, piercings, delineador y ketchup para emular sangre en las fotos.

Ritos Básicamente, padecer y emocionarse. Para el resto de las cosas no les quedan ganas.

Status Cuanto más cara de sufrido tengas, mejor (el efecto se logra con un buen alisado de pelo y los ojos delineados).

Frases “¡Uh, qué mal!”.

Gurúes Jared Leto, Gerard Way.

Playlist Welcome to the Black Parade (My Chemical Romance), A Beautiful Lie (30 Seconds to Mars).

Keywords Planchita, negro, make-up.

Mito urbano Cuando un emo experimenta por primera vez reírse a carcajadas, ya no hay vuelta atrás.

HIP-HOPPER

Usa un spanglish cuya mitad “span” tiene más que ver con la jerga caribeña que con la del GBA. Desde 1990 que promete ser “la próxima gran cosa” y sueña con “una escena hip-hop que sea potencia en la Argentina, putos”. Sin embargo, al cierre de esta edición, sigue conformando un circuito cerrado, acaso debido los problemas propios de la adaptación local de códigos foráneos: si a la distancia un morocho gangsta neoyorquino puede resultar cool, no ocurre lo mismo con un morocho gangster de la Policía Bonaerense.

GPS Ramos Mejía, San Justo, alrededores del hospital Gutiérrez.

Look Sacado de La magia de la NBA.

Ritos Graffiti, break-dance, free-style, riñas de gallos, pinchar (discos, claro).

Status Cuanto más tiempo puedas rimar sin repetir una palabra, más rispecta te manifiestan, ¿entiendes lo que digo?

Frases “In your face”, “Representando”.

Gurúes Eminem, 50 Cent, miembros de la segunda generación de la familia Spinetta.

Playlist (Iluminate).

Keywords Llantas, Nike, visera, Bronx.

Mito urbano Snoop Dogg tardó en salir a tocar en el Personal Fest porque se estaba drogando con dos groupies armadas.

REGGAETONERO

Sensible a las tendencias regionales, acaso conforma una de las primeras avanzadas tribales para-rockeras no nacidas a partir de una escena anglosajona sino latinoamericana, la del reggaetón. Su fraseo y su ritmo, que parecen un pacto entre la cumbia y el hip hop, le asignó una significación especial y popular para los oídos del joven argentino. Esto también es Caribe, papi.

GPS Bailantas, bares y fondas.

Look Ellos, a mitad de camino entre MCs del Bronx y el que te enseñó a bailar salsa en el cumpleaños de 15 de tu prima. Ellas, calzas bien justas (y necesarias), remeras que dejen la panza al aire y camperas o chalecos con gorro forrado en piel. Sintética, claro.

Ritos Darle duro al culeo, arrancar el suelo con la batidora y pressear (¡vaya uno a saber qué será!).

Status En función a qué tan metida tengas la calza o a qué tan “chulo” puedas parecer.

Frases “Yo soy tu gatita”.

Gurúes Don Omar, Daddy Yankee.

Playlist Todo Calle 13, mami.

Keywords Yumber, perreo, gasolina.

Mito urbano Un reggaetonero escuchaba a Don Omar en el colectivo en hora pico y empezó a perrear. Fue convenientemente ajusticiado, por lo que hoy se lo recuerda como el primer mártir del reggaetón argentino.

INDIE CABEZA

Fuerte el aplauso para un inequívoco triunfo del mestizaje genético intertribal de los ‘90. Con el low-fi como dogma y el ruido a distorsión mal ecualizada como pulso cardíaco, aparece como una combinación entre los rezagos del rock chabón (en especial, de sus corrientes más abiertas y menos reacias al refinamiento) con el coraje estético del rock alternativo (en especial, de sus corrientes más reacias al refinamiento).

GPS La Plata, sur del conurbano (Grooveland, El Tío Bizarro) y festivales emergentes.

Look De encargado de cíber (es top el sweater con campera deportiva arriba).

Ritos Fútbol 5, ensayo y panchería.

Status Sos más grosso cuantos más discos grabaste en el estudio de Shaman.

Frases “¡Santaolalla es un ladrón!”.

Gurúes Pavement, Guided by Voices, Neu! y The Kinks.

Playlist Amigo piedra (El Mató A Un Policía Motorizado), Verano fatal (Prietto Viaja Al Cosmos con Mariano).

Keywords Almada, low-fi, MySpace.

Mito urbano El indie cabeza puede ser el eslabón perdido que unifique para siempre –cual mesías del MP3– las castas rockeras.

INDIE SENSIBLE

Siguen el ejemplo de los nuevos solistas, sin ego avasallante, ni pasión desmedida por la higiene personal. Sus referentes son huraños, meticulosos, poéticos, e impulsan la inserción de cierta transversalidad sexual en la cultura de guitarra criolla y fogón. Rústicos y a la vez refinados, apelan a que la sofisticación va por dentro.

GPS Palermo, ciclo Nuevo!, ND/Ateneo, Compass.

Look Neo queer, sensibilidad pop de barba y shorts de fútbol.

Ritos Verificar que en la biblioteca no se mezclen el suplemento Soy y el NME.

Status Es proporcional a la cantidad de minas que le hayan dicho “yo te quiero como amigo”.

Frases “Estoy hecho una vaca”, “¿Cuánto falta para que empiece el Bafici?”.

Gurúes Gabo Ferro, Coiffeur.

Playlist Cine y libros (Franny Glass).

Keywords Acústica, DVDs.

Mito urbano Son herederos post-punk de Juan Carlos Baglietto.

NEO GLAM

Experimenta un reverdecer (porteño) en el nuevo milenio acaso merced a cierta búsqueda de diferenciación con los cánones estéticos impuestos durante los 15 años de hegemonía del rock chabón. Su fidelidad a un modelo tribal multinacional, clásico y con décadas de historia lo vuelve un espacio no siempre tentador para adolescentes.

GPS Glamnation Party, shows de El Club de Marilyn.

Look Todo lo que hay en el fondo del placard de tu tía abuela hoy te sirve. Especialmente si es fucsia o con estampado de leopardo.

Ritos Delinearse. Y volver a delinearse después del pogo.

Status Proporcional al largo de la boa de plumas que te claves encima.

Frases “¡Mirá qué buena perra! ¿Qué maquillaje usará?”

Gurúes Tommy Lee, Poison, ¿Moderatto?

Playlist Pills (New York Dolls), Girls, Girls, Girls (Mötley Crüe).

Keywords Purpurina, lipstick, rímel.

Mito urbano Charly García inventó a los New York Dolls.

ELECTROPOPERO

Ante el vuelco a lo carnal que en el último lustro tomó la escena rocker, aúna en sus filas a los remanentes de ravers, technócratas, fiesteros, electrorrockers y anglopoperos. El buen feeling con la tecnología lo emparienta con el flogger, aunque con una diferencia clave: al electropopero sí le gusta la música.

GPS Peluquería Prana y fiestas: Plop!, Eyeliner, Divas & Divos y Ambar La Fox.

Look Mucho chaleco, mucha gafa, mucho led y mucha brillantina. Mucho, ¿no?

Ritos Ir al gimnasio, tomar té verde.

Status Cuantas menos octavas tenga tu teclado, mejor.

Frases “Me hice traer de Italia un vocoder que no sabés cómo paga”.

Gurúes Putilatex, Dani Umpi y Virginnia.

Playlist El extraño viaje (Fangoria).

Keywords Synte, gay friendly, MIDI.

Mito urbano En la redacción del NO hay uno que conoce a otro que tiene un amigo electropopero. Posta.

domingo, 21 de septiembre de 2008

"Tuve la fantasía de ser actriz"

Por GDE / Especial El Nuevo Día
Foto: Gisela Volá

Buenos Aires, Argentina - Baja a recibir. Entra al visitante por el ascensor de servicio y saluda a un conocido que se le cruza por la escalera. Con su casa llena de familiares y empleados, es ella, China Zorrilla, la que sale a buscar a un invitado perdido.

Dice que es más rápido entrar a su casa por la puerta trasera, y también más cálido. Menuda, con voz profunda y de caminar ágil, atraviesa su cocina con olor a guiso. En unos minutos se ubica en su sala y se prepara para la primera entrevista de la tarde. Nadie diría que tiene 86 años.

La actriz vive en el corazón de Buenos Aires, en el medio del bullicio porteño. Y transita sus días en un elegante apartamento de corte clásico, justamente en la calle Uruguay, como recordando siempre el país que la vio nacer y que le prestó su talento al mundo, para hacerlo reír, pensar y llorar. Como dirá más tarde, las razones fundamentales del teatro.

China Zorrilla es, sin duda, una de esas artistas emblemáticas del Cono Sur, que muchas generaciones veneran y recuerdan por sus entrañables papeles en cine, televisión y teatro. Ya van más de 50 películas, más de 80 obras de teatro, varias series televisivas, giras artísticas por Latinoamérica y Europa, un teatro en Montevideo que lleva su nombre, innumerables premios locales e internacionales.

Su repertorio va de Noel Coward a Bertolt Brecht. Y es conocida porque lo que toca se convierte en mito. Aquí en Argentina siempre será “Elvira Romero”, una de las protagonistas del clásico argentino “Esperando la carroza” (1985). Mientras que en Puerto Rico será la inquietante enamorada de “Elsa y Fred” (2005), la misma película que hizo historia en el País por mantenerse más de un año en cartelera.

Tan vital como muchos de los papeles que ha caracterizado, China Zorrilla asegura que le falta mucho por hacer. Y con esa misma fuerza subirá a un avión -cosa que odia- y se presentará en Puerto Rico en octubre con la obra “El diario privado de Adán y Eva” de Mark Twain. “Es una sorpresa esta obra. Es un antiteatro”, explica la actriz, sobre una actuación muy particular, en la que le dará vida a la primera mujer, Eva.

En la pieza, China se sienta en el escenario junto a un actor 32 años menor que ella y leen el libreto con algunos acompañamientos de piano. “Está tan bien escrita, tan bien contada, que a los dos minutos la gente ya está”. La obra la presentó hace mucho en Nueva York y hace un año está recorriendo los teatros argentinos.

Vive su fantasía

China lo asegura todo el tiempo. Nació para el teatro. Lo ama. Siempre lo supo. Desde niña, cuando su padre la castigaba junto a sus cuatro hermanas en un cuarto. Allí mismo, frente a un espejo, se ponía a actuar. “Mis hermanas se reían y a mí me encantaba inventar historias. Siempre tuve la fantasía de ser actriz”, sostiene.

De padre escultor y abuelo poeta, sus comienzos siempre estuvieron relacionados a las artes y las letras. Se crió en París, se formó en las tablas en Inglaterra y regresó al sur para hacer teatro en Uruguay y, eventualmente, iniciarse en cine en Argentina.

De amores no habla. Dice que esos temas no se discuten. Pero sin duda ha estado rodeada de cientos de amigos, familiares y fanáticos. Lo que sí le sobra es el amor a las plantas y a su perrita Flor. “Todo el mundo debería tener un perro. Son fieles”, dice, mientras le hace mimos a su mascota.

Sus palabras son confirmadas por las imágenes que tiene sobre su piano. De las cinco fotos con figuras distinguidas, dos son con su perra Yorkie de 7 años. El resto son con el ex presidente Kitchner y esposo de la actual presidenta (también su vecino), el actor Alfredo Alcón y un amigo anónimo que la lleva de visita a las cárceles, otro de sus intereses.

“Me interesa que se dé teatro en las cárceles. Una vez un hombre se me acercó y me dijo que lo peor de estar encerrado es que no tenía nada que hacer. Es terrible”, dice preocupada.

Su vida ha sido ecléctica. Lo mismo recibe cartas personales de presidentes y figuras de renombre, que entabla conversaciones con desconocidos en la calle. Intensamente viva, la actriz ama explorar su día a día. Se define cristiana socialista y le preocupa la desigualdad social, el hambre, la violencia y los actuales enfrentamientos en Bolivia.

Aunque ha sido una viajera incansable, tiene pavor a los aviones. Por eso recorrió muchos países en barcos de carga. “Mucha gente no sabe que en los barcos de carga hay dos camarotes vacíos donde se puede viajar”. Ese fue uno de sus medios de transporte favoritos mientras iba recorriendo el globo. Así llegó a Nueva York, donde fue maestra de francés y oficinista en un teatro.

De eso han pasado varias décadas y ahora ha filmado películas en varios puntos de Latinoamérica y Europa, con directores de primera talla. Y hasta ha dicho que le gustaría filmar algún proyecto junto al director español Pedro Almodóvar, a quien considera “un genio”.

Gran parte de su vida ha caminado a mil, como actriz, traductora, maestra. Y ahora, el paso de los años le ha regalado una nueva mirada.

Habla de la vejez como quien habla del amor. Se toma su tiempo. Se acomoda en una silla, al lado de una mesa redonda que está en la sala y se regodea en lo que va a decir. “Para mí, la vejez es cambiar de gustos”. Dice que antes ver una página vacía en su agenda era una tragedia. Ahora es lo que más disfruta. Tiene en mente volver a sus orígenes. A lo sencillo. Retomar el piano, leer, tejer, jugar al dómino y compartir con sus amigos.

Como “Elsa”

Mujer de buen hablar y de anécdotas detalladas, habla de Puerto Rico y hace referencia a una mujer que le escribió hace años para decirle que era su parienta. China alcanza su usada libreta de teléfonos y busca su nombre. Está escrito con su puño y letra. Enriqueta Marcano Zorrilla. Lee su dirección postal en San Juan y su teléfono con código 787. No espera más. Agarra el teléfono y marca.

“Hola, Enriqueta, te habla tu parienta China Zorrilla. Voy de camino a Puerto Rico y quiero conocerte. Te dejo mi teléfono en Buenos Aires para que acordemos y nos veamos”.

Dice que se imagina a Puerto Rico como en las películas: de playas hermosas, de hombres trigueños y guapos, de mucha música y fiesta. “Voy entregada a conocer Puerto Rico”.

Llamar a su parienta no la deja tranquila. Ahora quiere conseguir su carta. Abre un cajón de un escritorio a su izquierda y comienza a sacar cartas, artículos periodísticos, fotos. Mientras va buscando, encuentra un recorte doblado de un anuncio de periódico en Puerto Rico, en el que se conmemoraba un año de la película “Elsa y Fred”.

“Cuando me invitaron a hacer esta película y me hablaron de que era el amor de dos viejitos, no quise. Pero tan pronto leí el libro, me gustó. Estaba tan bien escrita que daba gusto”, confirma.

Han pasado casi dos horas desde que bajó a abrir la puerta del ascensor en su vestíbulo. Un café, una gaseosa para la visita y un vermú para ella. Su perrita Flor ronca.

¿Esa canción de Serrat en la película de “Elsa y Fred” la define? “Hoy puede ser un gran día, imposible de recuperar… Claro, esa canción me encanta… Hoy puede ser un buen día... y termina duro con él… Soy positiva, nadie me lo enseñó, nací con eso, y siempre, no importa lo que te pase en la vida, siempre hay algo bueno que le puedes sacar. Hasta lo más malo, siempre tiene algo bueno”.

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Aquí junto a la veterana actriz en su apartamento de Buenos Aires.

Foto Especial para El Nuevo Día: Gisela Volá

lunes, 15 de septiembre de 2008

El invierno se va, se va, se va




Aparecen los retoños. Algo nuevo espera. Un verdecito tenue, débil, en medio de un ramaje salvajemente seco. Y el frío no se quiere ir. Siguen las noches frías y las mañanas tímidas. Me tiro a la calle a hacer llamadas en el locutorio de la Avenida La Plata. Sigo dándome el lujo de estar sin celular ni teléfono en casa. Salgo a caminar y el aire me congela los cachetes, la piel caribeña tan lejana a estas temperaturas. Y al cruzar la acera del frente, estos árboles que me recuerdan que no hay invierno sin primavera. Ya está. Ya pasará. Ya casi. Y me regodeo en esos retoños, como en los movimientos clandestinos de felicidad que poco a poco me sorprenden. Quiero quedarme aquí, amar mi nido, echar raíces, irme y regresar. Regresar y construirme por dentro, poco a poco, en esos espacios sin hojas, donde hay que abonar. Irme y regresar. Irme y llegar. Llegar y seguir llegando. Saberme de aquí y de allá.


lunes, 8 de septiembre de 2008

brincos y saltos






mar que tranquiliza y sana



en el medio de tanto cambio. de tantas preguntas. llega el mar. el amor de mis amigas. el viento. la luz.

en el medio de la distancia. de puerto rico a tantas millas y meses de distancia. me llega este mar del sur. este mar con agua helada y viento atrevido. mar del plata. mar de levante. mar frío y profundo. el mar que sana, que me acerca, que me toca los pies y el alma.

mar del plata. lleno de peces invisibles y gaviotas altas. muy altas. en el medio de tanta espuma, de tanto sentir interno. los pies en la arena, las conversaciones de amiga y la comida mirando el horizonte. medicina que traspasa las capas y capas de caracoles, de piedritas, de caminos internos que se van sumando y que si no paro a mirar, se pasan los meses y las olas y no los descubro. feliz. íntimamente conmigo y con mis amigas. sola y acompañada. acompañada más que nada. y en la orilla de tantos sentimientos que se levantan, rabiosos, con fuerza, para que los tome en cuenta, me descubro enamorada del olor a sal. enamorada de mi raíz caribeña. miro los caminos de autopista. la ruta. y la vegetación que miro por la ventana, parece la costa de Ponce. parece que el mar me saluda desde el barrio Las Cucharas. estoy aquí y en Puerto Rico. Lo tengo adentro y no hay quien me despegue de ese mar boricua.

Buenos Aires, Argentina
8 de septiembre de 2008




(paréntesis)



Un paréntesis para comenzar. Un paréntesis para volver a reenfocar. Para respirar. Recordar. Repensar pa dónde es que es. Y la mirada de la ciudad desde arriba. La ciudad que crece y me habita por todos los poros de la piel. La memoria. Buenos Aires desde el piso 13 de la casa de Mariana. Buenos Aires lleno de aire y de tantas historias dormidas y despertándose. En mi alcancía personal y lo que se va construyendo poco a poco. Y de pronto, un espejo en ese cuarto del piso 13 en el barrio de Villa Crespo. Un espejo por donde entra la luz y la forma del cuerpo se ven claras, sin encierros. Libre. El cuerpo virgen de ropa y lleno de memorias. Y me miro. Y me encuentro en mi ciudad personal. Mi pueblo. Mi campo. Mi bosque. Mi costa. Veo las geografías de mi cuerpo desde esta otra geografía. Mapas, calles, entradas y salidas llenas, abiertas, cerradas. Y la luz del apartamento que entra por todas las esquinas y me obliga la mirada a mi propio territorio. Aquí a 6 mil millas de Puerto Rico. Aquí donde siempre. En mi cuerpo-hogar. A veces tan lejano. A veces, tan ocupado en los semáforos del día a día. Mi cuerpo que se abre a la mirada. Mi país. Mis calles llenitas de rutas por donde comenzar otra vez. Paréntesis para mirarme. Mirar. Comenzar. Repensar. Luces de todas partes que me atraviesan la piel y las puertas.


martes, 2 de septiembre de 2008

Algo tiene esta casa..



...que me recuerda a Naguabo. Al pueblo donde se crió mi padre, en la costa de Puerto Rico y donde me fui a pasar unos meses el año pasado, buscando yo no sé qué. Algo tiene ésto, que me lleva hasta allá. Me transporta. Algo también que tiene mi roomate Melisa, mi amiga del corazón puro, que me hace recordar a mi familia humilde en el campo boricua. Algo que tiene que ver con vivir en un barrio, estar un poco distante del ajetreo de la ciudad, de las historias escritas en las casas viejas. Y siento una profunda felicidad. Como si descubriendo ésto estuviera descubrimiento una vez más de lo que estoy hecha. Amo las zonas congestionadas y llenas de gente, el tren que atraviesa una ciudad cargado de personajes y de prisa, los semáforos que organizan de alguna manera el caos que se vive en el corazón de las grandes metrópolis, pero vivir en una casa, con patio y puerta delantera, con baños de losetas viejas y pisos transitados... eso, para mí es respirar un hogar. Y ni hablar de las cocinas repletas de ollas curadas por el uso, los vasos que no combinan, los platos de barro partidos por el tiempo y restaurados con pegamentos débiles, que los vuelve a separar. Hay algo ahí que soy yo. Algo de mi tribu que traigo en mi mochila y es fácil de reconocer en esta casa.


Y puedo ver con claridad las manos de mi tía Carmen en su cocina de Naguabo, buscando un plato que "esté bueno" para servirme una chuleta, un pescao frito o unas arepas que acaba de freír para mí. Y puedo ver las cocinas de mis abuelas, llenas de potes, de utensilios de mil colores, de vasos de mi infancia, de platos que en todos los materiales posibles y allí, en la esquinita de mi recuerdo, las mejores comidas, los mejores recuerdos, las conversaciones largas, sentadas en la escalera, en el comedor, parada frente al televisor o simplemente de camino al trabajo, a toda prisa, con Mamá Buela persiguiéndome para que me termine el café...


Hay casas que te recuerdan algo, que no sabes bien cómo llegan a ti. Pero llegan. Esta es una de esas casas importantes donde he llegado a vivir. Y desde aquí, de seguro, nacerán los mejores momentos, los mejores amigos, los más grandes amores. Porque aquí me siento rodeada de mi tribu, que es la fuerza mayor en mi raíz.



Barrio Pompeya, Buenos Aires

Argentina

...

A Ariel Mai

Aquí adentro está encerrado un hombre. No tiene tiempo. Trabaja de día y lee de noche. En algún momento puede ver el sol, pero se le escapa. Los minutos no le alcanzan para andar descalzo por la grama. Aquí no hay grama. Solo un rectángulo cada vez más gomoso. Hay un pasillo azul elástico por donde hay que atravesar antes de entrar a ese cuadro eléctrico. Aunque está lleno de cables, ninguno se ve a simple vista. Son invisibles y submarinos. Conectan un terminal de computadoras en Chicago con su computadora en Corrientes y Frías. Aquí también hace frío. A veces, tan frío como las bóvedas grises de los bancos de la ciudad. Un día, sentí que me hablaba. Escuché un knock knock con unos puños finos que casi hacen temblar los lapiceros sobre mi escritorio. Me llamó la atención, porque en mi casa reina la paz. Solo se escuchan los gemidos de madrugada de la pareja que desafía los decibeles permitidos para esta ciudad. Son gemidos graves. Incluso una vez llegué a pensar que a la mujer de arriba, su marido le pegaba. Eran gritos violentos. Pero un suspiro prolongado y profundo, me hizo envidiarle tanto placer.

Pero vuelvo a los sonidos de esta casa. Aquí hay pocos. De madrugada se escuchan los gemidos calientes de los vecinos y el viento que cruza este piso, con los colectivos y los autos locos allá abajo. El viento, en ocasiones, se confunde con el sonido del mar. Las ráfagas cruzan rabiosas por el vidrio de mi cuarto y parecen remolinos de agua que mueven arena y piedra. El viento es furioso. Un ruido decidido.

El otro día, fue distinto el sonido. Era un sonido débil, que por débil molestoso. Constante. El sonido venía acompañado de un temblor sutil en el escritorio. Lo sé, porque en esta casa apenas ocurre nada. Entro y salgo. Veo los periódicos en algún kiosco, voy a misa, me siento en el banco de algún parque silencioso y observo a la gente que corre con prisa por la ciudad. No hago mucho. A mis 70 años, solo miro y respiro. Leo alguna novela empolvada en el estante de mi biblioteca, paso la mirada por encima de mi escritorio, organizo como siempre las fotos de Whisky y Vico y tomo mis medicinas para la artritis. Haciendo ésto, escuché ese sonido débil en mi cuarto.

Creí que se trataba de algún vecino martillando uno de esos cuadros sin sentido en el living de su casa. Una boludez, por no decir una pérdida de tiempo, de una mujer mirando el mar o unos querubines besándose con un lazo enorme sobre este tipo de adorno barato. Pero no podía ser ese sonido. Me parecía más débil. Poco decidido. Quien ponga un clavo de esa forma, de seguro no tiene fuerzas para agarrar un martillo con su puño.

Me paré y comencé a caminar con los ojos cerrados, tratando de buscar el origen del sonido. Podía ser alguna marcha barrial, una murga en camino hacia la escuela de la esquina. Pero no me sonaba a tambor. Era escaso, casi un latido sin pulso. Abrí los ojos, ya casi molesto y vi como el agua para mis medicamentos temblaba sobre el escritorio. Podía ser un pequeño temblor de tierra. Miré todos los muebles alrededor. Pero el jarro de cristal sobre la mesa del pasillo no se movía. Era un movimiento local. Fue ahí cuando descubrí la pantalla temblorosa de mi computadora y un punto central de donde salían estas olas de movimiento. Parecía una caricia sutil, la marca que hace una gota al caer a un charco, la barriga de una mujer embarazada con las patadas de un bebé por nacer. Parecía que había algo atrapado allá adentro. Y yo era la única salvación. Me pegué con calma al monitor. Agudicé el oído.

-¿Quién está ahí?, dije con voz temblorosa .

-¿Me oyes? ¿Puedes ver mis manos en tu pantalla? Estoy atrapado en este rectángulo. Me contestó una voz masculina y ronca que apenas pude descifrar por lo sutil del sonido.

-No jodas! Fue lo único que pude decir. Y me aparté de un brinco.

De pronto, ese ser al otro lado de la pantalla comenzó a deslizarse por el rectángulo y casi podía definir sus dedos, que me parecieron cuadrados y largos. De seguro eran manos de delineante o escritor. Seguí escuchando un murmullo, pero me centré en ver cómo sus formas fueron dando textura al monitor de mi máquina. No sabía si era más interesante escuchar su voz ronca o tratar de imaginar las manos que le daban forma al monitor.

-¿Cómo quedaste atrapado allá adentro? Me animé a preguntar.

-Un día, entré y cerré la puerta de mi habitación. Pasé horas viendo imágenes en la computadora y cuando me levanté a comer, todo se había transformado. El piso era gelatina y el aire se llenó de ceros y unos.

-No jodas. Volví a repetir.

Estuvimos hablando siglos. Me contó cómo se acostumbró a vivir allá adentro. A todo uno se acostumbra, me dijo convencido, no sé si resignado. Me dijo cómo recibía mensajes de su familia a diario para preguntarle cómo estaba, que comía, cómo se las arreglaba. Me contó de sus nuevas metas profesionales. Cómo manejaba a la perfección los sistemas informativos, y hasta alcanzó posiciones envidiables en su compañía, donde se acostumbraron a no aguantar su extraña manía de subir la ceja derecha cada vez que su jefe le hacía propuestas de trabajo poco remuneradas. En realidad, me contó que había comenzado a ganar admiradores. Su equipo de trabajo prescindió de verle la cara. Habló en detalle de las magníficas ofertas que comenzaron a lloverle tan pronto quedó atrapado en ese rectángulo de la computadora. Parecía feliz. Habló horas.

Apenas quise plantearle algún tema nuevo, me interrumpía para hablarme de los adelantos en computación y de sus nuevos clientes. Cuando ya comenzaba a aburrirme de los relatos corporativos, fui directo.

-¿Extrañas algo?
- …
-¿Sigues ahí?
- …

Un silencio profundo llenó el cuarto de Aníbal, que pareció arrepentirse ante semejante pregunta. Los dedos curiosos sobre el monitor, dejaron de hacer presión contra la gelatina. La pantalla quedó inmóvil. Aníbal supo de inmediato que hay temas que no se hablan con los hombres atrapados. Supo que jamás le volvería a preguntar algo así.

Pasaron días, meses y la voz ronca al otro lado del monitor no volvió a escucharse. Tampoco aparecieron los dedos de delineante. Aníbal dudó. Pensó que esa conversación era producto de su imaginación, que lo que medianamente le contó a su amiga Carolina, era parte de su memoria rota a fuerza de tantos medicamentos para la artritis.

Un día, al encender su computadora un ruido extraño llenó su pequeña biblioteca. Aparecieron miles de ttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttt en el espacio negro de su máquina. Le pegó tres golpes intentado restaurar la pantalla azul que día tras día le saludaba desde es mar pixelazo. Luego apareció la letra o, la c, la a, la m, la e…Era él. Sin duda. Había tardado años, siglos, en contestar su pregunta. Aníbal agarró el teléfono para llamar a Carolina. Contarle, pedirle, suplicarle que viniera y presenciara, con sus propios ojos, lo que le había repetido tantas veces y que leyera la palabra que llenaba el monitor “t-o-c-a-m-e”…

Llamó al toque, pero contestó la grabadora de su amiga. Desistió de buscarla. Ese momento era suyo. Se sentó extasiado frente al monitor y comenzó a hablar. Dijo cualquier cosa. Hizo preguntas específicas, largas, conmovedoras, dulces, sarcásticas. El hombre en la computadora no volvió a hablar.. Aparecían una y otra vez las mismas letras.
t
o
c
a
m
e

A Aníbal le sudaron las manos. Pensó que se estaba volviendo loco. Que, seguiría el consejo de Carolina y comenzaría a visitar el psicoanalista que le había recomendado hacía meses. Las palabras brillaban en el fondo negro de la computadora. Y casi le comían la vista con su intensidad brillosa. Miró fijamente la textura suave de su pantalla, imaginó, supo, que no le costaría nada extender una de sus manos y acariciar la máquina. Tal vez le haría bien a alguien. Un roce pequeño. No muy acentuado, por eso de que el hombre al otro lado, no pensara mal de él. Pobre. Atrapado allá adentro, sin contacto humano, sin sentir la grama. Sin mirar el sol. Miró sin pestañear el monitor rectangular y tomó la decisión.

Levantó su mano derecha, miro a todos lados y tocó ese espacio gelatinoso en su computadora. Lo hundió con curiosidad. Parecía gelatina fría. Un movimiento gomoso le rebotó la textura de un monitor a punto de desprenderse. Se asustó terriblemente. Se levantó de la silla y quiso salir corriendo de la habitación. Y cuando tocó el piso con firmeza se hundió. El piso era de goma. Estaba en el medio de una barriga azulosa. Toda agua y luz. Choques eléctricos como estrellas altas en la noche más vacía. Quiso llorar y no le salió. Extendió las manos tocando las paredes, intentando ponerle fin a ese mal sueño de madrugada. Pero las paredes eran demasiado reales. El azul demasiado chillón. Y el espacio de ceros y unos era aún más fascinante que esa sensación mojada en la raíz. Supo que estaba atrapado, que ahora era él quien estaba adentro. Y movió las manos asustado. Primero estaba tembloroso, luego desesperado. Habló, gritó, llamó por horas.

-¿Hay alguien ahí? ¿Alguien me escucha? ¿Hay alguien ahí?

Y no respondió nadie, ni siquiera su voz en eco. La garganta se le secó con tanto intento. No tuvo otra que sentarse en el suelo elástico. Lloró bajito, casi a escondidas, aunque allá adentro, nadie lo escuchaba.