Conocí a Sofía Maldonado una tarde lluviosa en el parking de Plaza Las Américas. Con tanta agua sobre el cristal del carro no podía distinguir quién era la chica petite con sombrilla, que me esperaba bajo la lluvia con una bolsa en la mano, unos espejuelitos de gatúvela y una tatuaje de florecitas y espirales que le corría por media pierna izquierda.
Era ella. La famosa graffitera de San Juan que andaba de viaje por Puertorro y donaría su tiempo y su arte para colaborar con los chicos de la Barriada Morales en Caguas. Mi lugar de trabajo, el verano pasado con el Proyecto de Comunicación de TUTV.
Se subió a mi guagua y lo primero que me llamó la atención fueron sus enormes ojos azules y su voz suavecita, con un mechón largo y "blicheado" recortado a desnivel.
Me pareció cool. Y no me equivoqué. Una semana después éramos panas y había escuchado, de primera mano, cómo una chica de 23 años había comenzado a dejar huellas importantes en las paredes y en la historia del arte urbano del país.
A su edad, era una de las pocas graffiteras en Puerto Rico, que ya había ganado un premio de arte con una multinacional, tenía estudios en arte de la Escuela de Artes Plásticas y completaba sus estudios formales en Pratts en Nueva York, tomando como base el graffiti en Puerto Rico y nuestra identidad cultural.
Aunque en los pasados años Sofía se ha especializado en cubrir edificios y paredes importantes con su arte, sus primeros pasos fueron tímidos. Se iba con su papá a pegar pasquines con dibujos de mujeres por todo San Juan. Hacía una mezcla de pega y harina y los iba pegando uno a uno por todas partes. Mujeres muy fashion, eso sí, porque a Sofía le encanta la moda.
Ahora, sus piezas han ido evolucionando y trabaja personajes, que pinta con pinceles, no con potes ni spray, y casi siempre relacionados con algún tema del lugar o denuncia urbana que le importe.
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