Había esperado un año y medio para hacerlo. Y aunque me lamenté de perder esos festejos, fue el momento justo para limpiar. Adri se ofreció a ayudarme y fue lo mejor que pudo haber pasado. Entre risas, un poco de nostalgia y dolor de panza de mi parte, completamos la faena en par de horas. Una vez salimos de esa “carga”, nos fuimos con todas mis maletas y alguna bolsas a almorzar a la fonda de la esquina.
Regresé a mi apartamento en Palermo y de ahí cruzamos el centro de Buenos Aires hasta llegar a su casa. Gufeábamos diciendo que “lo mejor del bicentenario” era que las guaguas eran gratis. Así tomamos la guagua 15 en dos ocasiones y luego otra, que no recuerdo el número.
En el camino a su casa en Saavedra, Adri me habló de un proyecto ambiental que diseña, en el que utilizará “ecoladrillos” para constuir un comedor comunitario. Los "ecoladrillos" son botellas de plástico PET que se rellenan manualmente con desechos recuperados, como son las etiquetas y envolturas de plásticos. Al completar las botellas, se utilizan en construcciones de escuelas o edificaciones modestas. Así lo están haciendo en una comunidad en Guatemala, según me comentó Adri. Cosa que luego pude comprobar en la página del grupo Pura Vida: http://www.puravidaatitlan.org/index.html
Su idea es reproducir ese modelo y crear un comedor comunitario muy especial en la Villa 31 de Buenos Aires. Una de sus aportaciones importantes al proyecto, es proponer un menú y un huerto casero, según su experiencia como estudiante de gastronomía en una escuela porteña. Adri compartía sus ideas con tanta pasión, que por poco se nos pasa la parada de su casa.
Ya en su barrio, el tiempo voló. Hablamos de reciclaje, autogestión, plástico, gastronomía, artesanías, origami, papel reciclado, viajes, muñecas, del libro infantil “Alicia en el pais de las delicias” ilustrado por una amiga colombiana y en menos de lo que me di cuenta, era hora de regresar.
Guada llegó justo para la cena, luego de un día intenso “laburando” en El Abasto como princesa persa. Quedaba el postre de manzana y el té. Nos reímos un rato y sin darme cuenta, ya estaba de vuelta en mi apartamento de Palermo, completando otro día en Baires. Solo me quedaban dos días para regresar a Puerto Rico y un caudal de información y de descubrimientos seguía apareciendo. Así son los buenos amigos y los viajes entrañables, cajas de Pandora que se abren de a poco y el tiempo no alcanza para degustar todo lo que traen.
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