lunes, 31 de mayo de 2010

urgencias










1:00 p.m.

jueves 20 de mayo 2010

Buenos Aires, Argentina-Camino por el cementerio de Recoleta y siento un viento frío que me congela los cachetes y los huesos. Parece como si los espíritus de los muertos salieran a saludar. Hay tumbas con puertas medio abiertas, estatuas con caras de hastío, sepultureros con rostros grises que fuman como chimeneas. Luego de pasar varios pasillos de tumbas en mármol negro, mármol gris, mármol blanco, me comienza a aburrir la arquitectura casi perfecta de los pasillos colmados de epitafios desconocidos y angelitos cansados. Parece una pequeña ciudad, ordenada por jurisdicciones y estratas.

Un retorsijón estomacal me hace temblar las piernas. Inés se da cuenta que no tengo buena cara y parece intuir que algo anda mal. "Cuando quieras nos vamos", me dice. Visitamos la tumba de Evita, ubicada entre unos pasillos comunes del centro del cementerio. Y en menos de 20 minutos, estamos en un taxi de camino al Hospital Rivadavia, a unas cuadras de allí.

Mi estómago y todos los intestinos parecen que van a explotar. Entro corriendo a un baño del hospital y mi estómago se vacía de un tirón. Termino en una camilla tiritando y con unas naúseas terribles. Una médica de 31 años me ve y junto al equipo del hospital, me diagnostican Salmonella. Me dejan en observación varias horas en lo que mi cuerpo agarra fuerzas. De solo pensar en la mayonesa casera que me comí el lunes, todo mi sistema se contrae. Vomito todo en un pequeño zafacón al lado de la camilla. Se va la comida de la noche anterior, y el desayuno de tres medialunas con café y jugo de china. No tengo fuerzas.

Los escalofríos y las contracciones del estómago me hacen recordar mi episodio en Arequipa, Perú, hace varios años, cuando me dio el "mal de altura". Allá entre las montañas peruanas, me dio un ataque de pánico, me quede sin aire y terminé en un hospital indígena con Yuri, un guía turístico, que me agarró la mano por horas.

Ahora, estoy en medio de "la ciudad de la furia", con un frío terrible, enrroscada en posición fetal y rezando para que ninguna bacteria porteña, le de con alojarse en mi cuerpo. Pienso en mi amigo Rafa Lama, que se infectó con una bacteria en un viaje a España y lo mantuvo en un estado de peligro por meses. Estoy asustada, sin fuerzas, con el crédito del celular vencido y muerta de sed. Luego de 4 visitas al baño y vómitos por varios minutos, me inyectan un medicamento en "la cola" y comienzo a recobrar el ritmo de mi respiración. Inés, entra y sale del pequeño lugar, para conseguirme Gatorade y reactivarme el celular. La llaman y tiene que regresar a su casa. Me quedo sola varias horas, en lo que aparece alguien que me ayude a salir de allí.

Acostada sobre la camilla y tratando de calentarme las manos entre las piernas, pienso en fotografiar la escena. Algo. Un trozo. Documentar el momento. Y me faltan ganas. ¿Realmente quiero recordar este momento? ¿Será una parte memorable de este viaje? Miro una arruga en mi corduroy verde que dibuja la cara de un viejito bonachón que me mira en silencio. Me concentro en imaginarme la carita de ese don buena gente, que me acompaña en esa sala de emergencias.

Minutos más tarde, R contesta mi mensajito de texto y me viene a buscar al hospital. Es mi salvación en medio de esta urgencia. Mariana, está de guardia y no puede salir del hospital. Mi amigo me busca frente a la puerta de urgencias, me lleva a su casa, me alimenta y me arropa. Esa noche me hace olvidar que mi casa está a miles de millas de Buenos Aires.Vemos "Luna de avellaneda" y comemos empanadas de pollo con arroz blanco. Esa noche recuerdo un sueño que tuve en marzo con R.

.................................

6:54 a.m.

miercoles 3 de marzo 2010

Trujillo Alto, Puerto Rico

Tuve un sueño muy intenso contigo. Impresionante. Estabas enfermo, muy enfermo. Y llegué a tu casa de sorpresa y te encontré en la cama sin mucha fuerza. Tenías muchas medicinas en todas las mesitas del cuarto y aparatos para inhalar que tomaban mucho espacio. Llegué con algunas de las doctoras y enfermeras que fueron conmigo a la misión en Haití. Eramos como 4, hasta mi madre estaba. Y nos encargamos de cuidarte. Sudabas mucho y escupías algo negro, como de las vísceras. No parabas de escupir. No me querías decir qué tenías. Solo me pedías perdón, porque me habías mentido por mucho tiempo. Sabías de la enfermedad y nunca me dijiste. No sabía cómo ayudarte. Solo te abracé largo y me encargué de darte las medicinas. Me abrazaste muy fuerte y nos quedamos en la cama un rato, arropados. Pero me dijiste que tu enfermad era contagiosa. No me importó. Te sequé el sudor y me quedé contigo. Tenías un recorte distinto. Casi sin pelo. Afeitado. Te veías hermoso, igual a mi recuerdo. No se como salí del sueño, pero recuerdo que estando en él, sabía que soñaba y que era real. Tan real, como despertarme ahora y escribírtelo. R, te mando todas mis oraciones hoy. Aunque sea un sueño, me sufrí las imágenes. Te quiero mucho Tío R, aunque parezca una invención de la distancia. Te abrazo desde acá y si por alguna razón de la vida te sientes mal, avísame, que con gusto te cuido. Más ahora que tengo casi el título de enfermera de misión. Ja! Un beso en la barriga.

Glo

..............................

Urgencias. Pienso en esa palabra y algo me resuena por dentro. Algo urgente nos tocaba mirar. Yo enferma en tu casa y tu cuidándome. Tú enfermo cuatro días más tarde y sin querer que te mimen. Urgencias distintas y mutuas.

No hay comentarios: