miércoles, 24 de septiembre de 2008

Bienaventuranzas


Camino por la calle donde vivo hace semanas y encuentro esta flor. Siempre había soñado con sus formas frágiles. Esos pedacitos que se vuelan al viento de solo mirarlas. Vengo de acompañar a José Luis por la calle Florida, luego de no encontrar la manera de transferir su dinero desde México y así seguir su tramo del viaje por el sur. Al final, no sé si lo logra. Se va a su hotel. Y regreso a casa. Vengo hambrienta, sintiéndome mal por haber llegado tarde al desayuno en el Tortoni, con 3 pesos argentinos en mi bolsillo y muchas ganas de hacer, de trabajar, de vivir. Esta flor, me devuelve un respiro. Es hermosa. Apenas la agarro de la vereda, se le vuelan algunas de sus partes por la calle. Quiero pedir un deseo antes de que se disuelva. La miro al sol. Le tomo fotos. Disfruto de su belleza. Es sutil. Su encuentro, me recuerda algo.



La guagua 9 va de camino a la Avenida de Mayo. Es temprano. Tal vez. No sé. Diría, es de día y aún no he tomado café. Voy con prisa, pero no puedo hacer nada. Vengo repitiendo el mantra y tranquilizándome con tanta salida y entrada de casa para hacer gestiones, encontrarme con gente, quedar. El tiempo no me da. Odio los relojes y la manera en que te marcan las horas. Estoy sentada en el último asiento de la guagua y miro alfrente, tratando de predecir cuántas cuadras faltan para llegar. Estoy metida en una nave lenta. Y el próximo tripulante se ha parado para bajar. Va de rojo. Espera atontado. Estira las piernas, sus pantorrillas musculosas. Está a punto de lanzarse. Un tripulante a su derecha se le ha caído el pelo. ¿De tanto esperar? El de atrás le han nacido raíces en la cabeza. Yo sigo muda. Escuchando un gran tic tac tic tac tic tac en el centro del pecho. La nave arranca hacia la próxima cuadra. Aprieto el botón de mi destino. Me lanzo a la calle, con la guagua todavía en movimiento. Que agite. Que mar de brea, carros y gente. Cómo me persigue el tic tac tic tac tic tac. Otra vez tarde.



Es un momento conciso, fugaz, sin marcha atrás. Casi como un pestañeo. Rápido. Salgo de casa y comienzo a saborear cada instante.Tengo los bolsillos vacíos y cargo cuatro bolsas de ropa sucia al laundry del barrio, que no sé muy bien dónde queda. Decido agradecer mis bendiciones. Es la tarde más bella. Es primavera. El frío ya no me asusta. Pregunto cómo llegar a vecinos, a un mecánico, a una señora ensimismada que camina muy seria. Algunos me ayudan, otros ni idea. Voy feliz. Disfruto del viento de la tarde, de la poca ropa que tengo, mi nuevo barrio con las aceras llenas de caca de perro, las calles adoquinadas, las verduras a dos cuadras, el olor jazmín al cruzar por la esquina. Encuentro el laundry en la calle Castro, dejo la ropa y cuando viro, un niño me cruza de frente corriendo. Lleva una bolsa blanca repleta de panes. Tengo hambre. No hay leche en casa. Aún no cobro. La imagen, me recuerda la Pascua Juvenil en la Gruta de Lourdes cuando hacíamos ayuno durante la Cuaresma. Luego de estudiar la Biblia y hacer dinámicas en la mañana, nos ofrecían pan calientito y un vaso de agua. Recuerdo el sabor de ese pan. Dulce. Sabroso. El mejor pan. Me suenan las tripas y el sol cae. Veo un rosado que lucha con un naranja impresionante a lo lejos. Las ramas negras de los árboles enmarcan los colores en el cielo. Es una foto. Miro con calma. Me doy cuenta cuando voy a cruzar la avenida. Siento un sabor rico en la boca. Siento cosquillas chiquitas en el cuerpo. Recuerdo la película "City of Angels", el instante en que la protagonista vive un momento de éxtasis mientras corre bici por las montañas y estira los brazos al viento, luego de conocer un gran amor. Ahí mismo un camión la atropella. Guao, estoy feliz. Me siento conforme con mi vida. Puedo morir. Pero todavía no. Me falta tanto por hacer. Estoy caminando por el medio de la calle y un camión precisamente está por cruzar. Me meto a la acera. Me río nerviosa. Los colores en el cielo parecen una pintura. Llego a casa y abro la puerta con la intención de regresar. Quiero congelar el momento. Cuando salgo con la cámara, apenas quedan colores en el cielo. En segundos se borra. Que breve esta ventana a la felicidad.

24 de septiembre de 2008
Buenos Aires, Argentina

No hay comentarios: