miércoles, 19 de mayo de 2010

de lo cotidiano


10:20 p.m.

19 de mayo 2010

Buenos Aires, Argentina-Salgo a comprar raviolis con pollo y verdura al colmado de la esquina de casa de Mariana. Doy vueltas por el pequeño supermercado del barrio y me maravillo con las cositas que me puedo llevar para casa. Harina para ñoquis, galletitas de frutas divinas, la harina de arroz que me pidió Jacqui, el detergente Skip que usa Mariana para lavar la ropa y huele tan rico. Miro, remiro, doy vueltas. El supermercado Eki solo tiene tres góndolas. Una para los productos de limpieza y los congelados, otra para las harinas, galletitas, mate, café y otra, para los vinos, refrescos y jugos. Al final los "frizers" con productos lácteos. Creo, que no más. Cuando voy a pagar, me preguntan si quiero bolsa. Recuerdo que la bolsa plástica acá la cobran. Así que digo que no. Aparte, aquí el lío del menudo es tal, que prefiero ahorrarme cualquier moneda en una bolsa. Total, estoy a solo unos pasos del apartamento de Mariana.

Salgo con la cajita de raviolis y con un sobrecito de queso rallado en la mano. Camino por la vereda pensando qué pasaría si cobraran la bolsa del supermercado en Puerto Rico. ¿Obligarían a la gente a reusar bolsas? ¿Sería una medida que ayudaría a la conciencia ambiental? O, la gente volcaría toda su rabia contra las cadenas de supermercado? No sé, sigo caminando.

Cruzo la pequeña calle frente al Eki, y tengo cuidado con el ciclista y la guagua que viene a toda marcha. Camino por un sitio oscuro, cerca de un árbol. Y cuando me subo a la acera, un hombre con tres perros aguardan silenciosos en la oscuridad. No se mueven. Me asusto. Pero sigo el paso. Es tarde, pero la calle está viva. Aquí la extraña soy yo, aunque no abra la boca ni me sientan mi acento boricua.

El viejo con sus perros callados me devuelven a la realidad. Voy mirando las baldosas hechas cantos en la oscuridad y dejo pasar un hombre que viene detrás mío y arrastra una pierna. Me quedo pensando en estas calles oscuras, en las sombras que salen de los departamentos con toda naturalidad, en el mundo a pie que en Puerto Rico no se puede vivir.

Veo esta caminata en blanco y negro. Casi me parece una postal, una escena de alguna época pasada. Lo veo todo en silencio y me descubro lejana, viendo todo en tercera persona. Como si la calle, fuera una territorio aparte de mi realidad. Aquí y lejos. Descubriendo que esta cotidianidad que viví hace casi un año y medio, no es parte de mi vocabulario habitual. Veo en la distancia y se siente bien, mirar, alejarse y volverme a encontrar.

Nota aclaratoria: Me asegura mi amigo Pablo Parsi, que en el supermercado Eki es donde único cobran las bolsas.

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