sábado, 26 de enero de 2008

Algo me lleva al agua


Buenos Aires, Argentina
26 de enero de 2008

Me levanté con la urgencia de describir mis encuentros más importantes con el agua. Casi todos relacionados con mis visitas al Yunque, a las playas boricuas y al recuerdo de una fotografía publicada en la revista "Utne Reader", sobre el vocabulario de los sentidos y la fluidez de la piel desnuda rozando las corrientes de una pocita. Tal vez, me vino todo esto a la mente, porque antes de acostarme vi fotos de las Cataratas de Iguazú.

El agua me lleva a la serenidad, al enfoque sutil de la vista, al tacto y al sonido. Pienso en agua y casi puedo escuchar las gotas gordas de lluvia que hacen eco en una cueva. Pienso en Mimi y en nuestras aventuras conociendo grutas escondidas bajo la tierra, cascadas potentes con paredes de piedra caliza, el fango ruidoso que se pega a las botas cuando una camina adentro, por lo oscuro, escuchando las entrañas del suelo.

Imagino el agua y me voy de viaje, casi como un proyectil de imágenes latentes, al Bosque Enano del Yunque. El agua condensada en las gotitas, en los árboles en minuatura, allá cerca de las nubes, que comienzan a desvanecer por una hoja áspera hasta caer a la tierra y abrir zanjas jalda abajo. Rotos enormes sobre las veredas del bosque lluvioso, que rebotan el sonido de una corriente, primero tímida, luego impetuosa, que da forma a 7 ríos boricuas que bajan por la montaña sagrada.

Pienso en Eddie y en sus exploraciones fantásticas a barrios olvidados en busca de cascadas, cuevas, charcas, caminos y formaciones ancestrales que no tenemos tiempo de mirar. Y el agua ahí, siempre presente, constante, moviéndose, limpiando, alimentando, abriendo paso.

El agua me lleva al sonido. A hundir mi cabeza y concentrarme en los tumbes lejanos de una piedra que rueda por el fondo de un río. En los caracoles que mueven las olas en la orilla.

Me concentré en escuchar

En Brasil, en la playa Lázaro, me concentré en escuchar los caracolitos de esa playa paulista. Con el sol sobre la cara, se me hacía difícil entenderme flotando sobre el Atlántico, en el mismo pedazo de océano que baña mi isla. Brasil tan lejos y tan cerca. Tan hermana y tan extranjera.

A lo lejos el dulce sonido del portugués en murmullos. Cientos de brasileños en pleno verano. Gigantescas sombrillas amarillas, rojas, blancas por toda la orilla. Acá, el agua caliente en la superficie. Abajo, las corrientes frías. Floto. Sincronizo mi respiración con el vaivén. El mar me devuelve un paseíto gratis sobre las olas. Respiro suave, intentando olvidarme del roce del agua, intentando olvidar que floto, para imaginarme suspendida en el aire.

Miro el cielo despejado y siento el calor del sol sobre la nariz y la frente. Una montaña verdecita al fondo y gaviotas volando en compañía. Cámara lenta. Estoy en Ubatuba, mis amigos nadan cerca. Mientras, sigo aquí flotando sobre el agua tibia de Praia Lázaro, mi cuerpo parece una nave congelada. Una pluma en el aire, hoja sin peso.

5 comentarios:

desde algún lugar ... dijo...

Hola !! Primera vez que te visito.
Seguro volveré. Saludos !!

Glory dijo...

Gracias por tu visita.. Encantada!!!!

Y cosas buenas para ti!

Ricardo Westin dijo...

Hermosísimo el texto!!!
:-)

Glory dijo...

gracias ricky, por darte la vuelta....

besitos,

La Lola

Glory dijo...

gracias ricky, por darte la vuelta....

besitos,

La Lola