jueves, 24 de enero de 2008

De cabeza en Niteroi

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Rafa,

Estaba en un Museo de Río de Janeiro, bien bello, desde donde se ve toda la ciudad desde el otro lado de la bahía. Hay que tomar una lancha pequeña y llegar hasta ese lado de la costa.

Después de dos viajes en guagua y una lancha, estaba cerrado, porque era lunes y me quedé tomando fotos en la plazoleta del sitio y mirando el paisaje. Relax. Zen, casi un templo budista, con el mar de frente, la arquitectura en forma de flor, las formas naturales del paisaje en contrastre con los pilares del museo... y me dio con hacer yoga. Había estado en el Cristo del Corcovado unas horas antes y el rush había sido brutal. La gente empujándose para tomarse fotos, muchas filas, en fin... En ese sitio, que se llama el Museo de Arte Moderno de Niteroi, uno de los más famosos de Río, había poca gente. Los que estábamos, parecíamos en trance. O acaso, era yo, que los percibía así. La gente estaba relax y gozando de la brisa del mar, sentados a los pies del Museo. Así que comencé a meditar en posición de loto y me acordé de ti. Comencé a hacer estiramientos y a escribir en mi diario de viaje...

Salió ésto: "Tengo un sentido de recogimiento al sentarme frente a la obra de Oscar Niemeyer. Esta especie de nave espacial mirando a Río me conecta con mi lado budista. De cómo lo poco es más. Hay una brisa del mar que me lleva a pensar en Vieques y en Culebra, en los viajes de mi infancia en la lancha de Cataño. Y de una manera irracional me transporto a los campos de lavanda en Aux de Provence en Francia. Las ondas del agua y el viento sutil me conectan con mi esencia, mi energía femenina. Madre, mujer, creadora, innovadora y valiente. Las ondas, como la escalera/espiral de este museo y el color rojo del piso de la entrada, que me recuerda mi raíz tierra y fuego. Aquí no hay tantos turistas como en el Cristo del Corcovado. No hay souvenirs ni postales. Sin embargo, estar aquí vale la pena todo el viaje."

Luego de ese momento, me quedé como una hora en el sitio y antes de regresar, le pedí a un chico en mi limitado portuñol, que me tomara una foto, de un headstand. Es mi posición favorita de yoga. Hacía mucho que no la hacía, así que salió un poco virá. Y sin calentar, también fue dura... Y luego, hice un puente para enviarte la foto. Pero mi cámara se quedó sin batería.... Me dio pena, porque quería enviarte la foto, siguiendo esa cadena de puentes que comenzaste tú.

Pero tuve una idea mejor. En el próximo sitio que visite, que sienta esta maravilla, me haré una foto en posición de puente o alguna otra, para enviarte y también para comenzar en este viaje, la tradición de meditar, al pie de algún lugar con buena vibra.

Un abrazo,
Glory
10 de enero de 2008
Buenos Aires, Argentina
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Palabras de Niemeyer:

Me pide usted que hable de mi arquitectura, de mi vida, de aquello que me agrada y de lo que me hace sentir triste. Y voy a tratar de satisfacerle en pocas palabras. Me gustaría decir que la arquitectura no es importante, a pesar de que me ha hecho permanecer ligado a la mesa de dibujo durante sesenta años. Lo importante, para mí, es la vida, los amigos, este mundo injusto que debemos convertir en un mundo mejor. Hago solamente aquello por lo que me siento atraído con la mayor libertad, convencido de que la arquitectura es antes que nada, invención. Además, creo en la intuición, viendo la creación arquitectónica como un cosa muy personal e intransferible. Cada arquitecto debe tener su propia arquitectura. En lo que respecta a la vida, siempre digo que, por desgracia soy pesimista; encuentro al ser humano frágil y abandonado, sin ninguna perspectiva. Pero la vida, hay que vivirla. Y, puesto que estamos todos en el mismo barco, debemos vivirla codo a codo solidarios. El resto lo hace el tiempo, y nosotros lo seguimos sin remedio. Contentos cuando pasamos un buen momento, las mujeres son hermosas, los amigos fraternales, cuando el cielo azul está lleno de estrellas. Tristes e indignadas cuando la vida se convierte en una madrastra cruel, la miseria crece y nuestros más pobres hermanos permanecen olvidados y sumidos en la desesperación. Y entonces, cuando la esperanza abandona el corazón de los hombres, la revolución se impone. Creo, sin duda, en la inteligencia del ser humano, en que algún día estaremos volando por el cosmos, charlando con nuestros hermanos del espacio, pero siempre haciéndonos, inquietos, la misma pregunta: "Después de todo, ¿qué somos?".
Oscar Niemeyer, octubre 2001

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